Una maestra pionera
«Quiero que mis alumnos visualicen muchos futuros distintos.»
Una conversación con la última Maestra del Año de mi estado.

Envidio a las personas a quienes se les da bien trabajar con las manos. Por más que me encanten las computadoras, nunca me interesé por armarlas ni desarmarlas, tal y como hacen muchos aficionados. Escribir código era una cosa—eso sí que me divertía—, pero soldar tarjetas de circuito era toda otra historia.
Supongo que mis aptitudes personales tuvieron mucho que ver. Pero tal vez las cosas habrían sido muy distintas si hubiera tenido una maestra como Camille Jones, la Maestra del Año 2017 de mi estado natal, Washington. Camille es maestra de la materia STEAM (Ciencia, Tecnología, Ingeniería, Arte y Matemáticas, por sus siglas en inglés), y tal y como percibí cuando este año vino a verme a mi oficina, tiene un don especial para hacer volar la imaginación de sus alumnos con proyectos manuales.
Este es el video de nuestro encuentro. No se pierdan la historia final, sobre un niño con un talento escondido para confeccionar puentes:
Camille trabaja en la escuela Pioneer Elementary, en Quincy, una pequeña aldea agrícola de la zona central del estado de Washington. Da clases a todos los grados, lo que significa que algunos de sus alumnos tan solo tienen 5 años. Me sorprendí cuando me contó que enseña STEAM a niños tan jóvenes. A mí me parece una idea excelente, pero no todo el mundo opina lo mismo: a Camille hay quien le dice que esta materia solo es adecuada para alumnos mayores.
«Me parte el corazón oír eso —me dijo—. Cuando los alumnos llegan a quinto grado, muchas veces ya tienen una opinión formada sobre lo que se les da bien y lo que les gusta hacer. Yo soy partidaria de enseñar STEAM desde el kínder. Mostrémosles todas las oportunidades que nos brinda el mundo actual.»
¿Pero cómo se le puede enseñar Ingeniería a un niño de 5 años? Camille me mostró una ingeniosa actividad que emplea en sus clases, con unas pocas tarjetas de papel y un puñado de monedas.
También me pregunté cómo logra Camille atender a todos sus alumnos en una escuela con más de 400 inscritos. Su enfoque recuerda al de una bibliotecaria o instructora de gimnasio, pero ella aporta algo especial. Se reúne con cada clase unas 15 veces al año; de cada clase, ella y sus compañeros identifican a los alumnos que potencialmente sacarían un mayor partido de tomar clases de refuerzo con ella. De ese grupo, escogen a unos pocos que requieran una atención aún más personalizada. Este modelo está tan poco generalizado, que incluso algunos de los educadores del comité de selección del Maestro del Año nunca habían oído hablar de él.
«Trato de identificar a los niños a quienes les iría muy bien un empujón extra—me comentó—. Veo a niños con dificultades en la escuela que logran convencerse de que tendrían que intentar hacer cosas difíciles. Y niños a quienes les va bien que se convierten en mejores promotores de las tareas difíciles. Cuando uno hace algo difícil y nuevo, le crece el cerebro. Y también le cambia su actitud y su perspectiva frente al resto de sus estudios.»
Es un enfoque magnífico para cualquier escuela, y en especial para una con altas necesidades educativas, como la Pioneer Elementary, donde muchos de sus alumnos están aprendiendo inglés, y algunos son indocumentados. En los tres años en que Camille ha desempeñado esta función, el número de inscritos en sus clases de refuerzo se ha multiplicado, y no deja de crecer.
Para Camille, se trata de brindar a todos los niños la oportunidad de aprovechar al máximo sus talentos. «Mi deseo es que los alumnos visualicen muchos futuros distintos por sí mismos», explica. Después de conocer a Camille, no me queda duda de que con su labor alienta a todos sus alumnos a tener grandes sueños.
Lee mis entradas sobre mis conversaciones con los Maestros del Año de Washington de ediciones anteriores, Katie Brown, Lyon Terry y Nate Bowling.